Disfruta de esta segunda y muy excitante entrega de relatosxx.
Mariela estaba por cumplir sus 16 años, estaba conflictuada consigo misma. Sus amigas la habían estado poco a poco pero cada vez más evidentemente aplicando una ley de hielo y apartándola de las actividades del grupo de compañeras del cole. Y ella sabía por qué habían tomado esa actitud. Todas: Verónica, Estefanía y Fabiola tenían una vida sexual activa y en las reuniones y pijamadas cada una contaba sus guarradas. Mientras ella seguía virgen porque la educación de sus padres le había mantenido firme en no dejarse llevar por las hormonas y “resguardar la virtud”.
Verónica tenía a su novio desde los once años, Paul, y hacía mas de tres años que la flaquita pelirroja se le había entregado. Ella le era fiel y ante sus amiguitas, mas putas que ella. Defendía su postura diciendo que ella no sólo tenía sexo activo y seguro; sino que también había amor en cada una de las folladas que se repetían casi diariamente.
Estefanía por su parte había perdido la virginidad con el profesor de matemáticas a los trece años y le había quedado el gusto por los hombres mayores. Se había entregado a todos sus profesores, no hacía distinción si unos eran más viejos que otros, o si eran gordos, feos o buenmozos. Sin embargo, tenía predilección especial por el de biología de quien contaba que tenía una polla no muy grande, pero la hacía sentir como una reina. Le daba unos masajes que invariablemente finalizaban con una buena chupada de coño y de ahí la penetraba y habían sido tan magistrales los preliminares que apenas al tercer o cuarto vaivén de las modesta verga ella se corría y que su cuerpo se estremecía en una catarsis que le erizaba cada poro de su piel. Además, el profesor Bujanda siempre la invitaba a comer helados, pizza, le invitaba unas cervecitas o vino y la llevaba a su apartamento de soltero que era un sucucho desordenado y maloliente, pero siempre mucho más acogedor e íntimo que los asientos traseros de los autos de los demás profes o los matorrales cercanos al cole donde le daba el culo a los que ni vehículo tenían. A Estefanía no le atraía ningún chico de su generación o que no le llevara por lo menos una década de diferencia en la edad. Su gusto por los hombres maduros se había hecho extensivo a los amigos de sus padres y a sus tíos y primos mayores. Se enorgullecía al afirmar que en toda su familia no había ninguna otra hembra que supiera quién era el mejor follador, y ese no era otro que su tío Raúl quien tenía un pene enorme y divino. Bonito le decía ella porque era lisito y siempre olía a azahares. De más está decir que Estefanía llevaba notas sobresalientes en todas las materias impartidas por varones en la prepa y siempre estaba presumiendo del último perfume o la última tanga que le había regalado alguno de sus amantes frecuentes. Porque esa otra ventaja que defendía de su gusto por las vergas viejas, que ella se follaba era machos hechos y derechos con dinero en su cartera que la llenaban de presentes, ya sea tangibles o intangibles como las buenas calificaciones.
Fabiola era el caso contrario, le gustaban los muchachitos, que fueran vírgenes. Le gustaba el rol de maestra, tenía un sistema muy sofisticado y guarro. Una lista de candidatos de 12 a 15 años, no podían ser ni menores ni mayores, lo primero que se aseguraba es que nunca hubieran follado antes. Cada lunes iniciaba una nueva cacería, antes del miércoles tenía ya que habérsele metido por los ojos a la próxima pieza de caza. Entre jueves y viernes se exhibía en el colegio con su nuevo “novio” el sábado invariablemente iba al cine con el chico y le mamaba la polla en la oscuridad cómplice de la sala de proyección. De allí lo llevaba al mismo cole, tenía ya una forma de entrar a las instalaciones en días sin actividad, pasaba desde las canchas de básquetbol y tenía una llave de una de las aulas donde ya tenía su “dotación para follar”: una almohada una sábana y un pomo de lubricante íntimo. Allí le daba la clase maestra de sexo al afortunado. Sexo anal, chupada y terminaba entregando su coño, le exigía a sus “alumnos” que se la chuparan y les iba instruyendo cómo debían hacerlo.
– Este pipicito que tú ves aquí aguaito mi amor es el punto G, allí es que tienes que chupar y lamer, pero con mucha ternura y sin maltratarlo, es muy sensible. Dale pues has que me corra sin metérmelo papito, solo con tu lengüita y tus manitos. Así mi rey, ssssi, dame papito, así cariño. Ahora vente, méteme tu polla por aquí machote. Se abría de piernas y se ponía encima, se meneaba como una batidora hasta que se volvía a correr. Porque la guarrita era multiorgásmica. El domingo repetía la salida, esta vez no había película, directo al aula del placer y ya no decía nada, sino que esperaba que el chico llevara la iniciativa. Al terminar de follar ese segundo día le decía al muchachito.
– Bueno cariñito, lo has hecho muy bien, me has hecho pasar una semana espectacular, pero hasta aquí ha llegado todo. Yo no me enamoro ni me gusta que de mi se enamoren ¿Ok? Ya eres un hombre completo, sal a buscar una novia que se disfrute esa polla tan rica que tienes y que te quiera para ella solita, si hablas mal de mi en el cole voy a decir que terminé contigo porque eres marica y no se te paró la verga. Simplemente ya pasó. Algún día lo volveremos a hacer, pero en el cole no me molestes más por favor y deja que yo siga mi vida y me siga cogiendo tranquila a quien yo quiera. Si hablas de mi ya sabes, te dejé por maricón y más perderás tú que yo porque a mi no me importa que sepan que soy una zorra.
El conflicto interno de la virginal Mariela se acrecentaba a medida que se acercaba a sus dieciséis años. Cada vez iba pesando más el deseo de no ser apartada de las conversaciones y actividades de sus amigas, amén de la tormenta de hormonas reprimidas por la esmerada educación moralista que le había sido inculcada. La verdad es que ya Mariela no aguantaba más su virginidad y cada vez que estaba con algún varón se empezaba a imaginar escenas de sexo. Tanto fantaseaba la aún inmaculada chica que urdió un plan mucho mas atrevido que las aventuras de sus compañeras. Ella sería desvirgada en gangbang y se metería tres pollas el día de su desfloración. Como sus amigas la tenían apartada de las actividades en común, para un trabajo de literatura había hecho grupo de estudio con Aníbal, José y Ricardo. Se reunirían en la casa de Aníbal el miércoles para redactar el análisis de la novela corta El Túnel de Ernesto Sábato. En el apartamento sólo estarían los cuatro adolescentes. Era la ocasión perfecta. La reprimida Mariela sabía que necesitaría algún aliciente para romper las inhibiciones, más las propias que las de los tres compañeros de clase y se armó con una botella de anís que logró que le fuese vendida por un dependiente adolescente también en la licorería cercana a su casa.
– Muchachos, pasado mañana cumplo años y quiero empezar a festejar desde hoy -les dijo apenas al llegar- así que saca hielo del refrigerador Aníbal porque miren lo que os he traído para que hagamos una fiesta los cuatro nada más ¿Qué opináis?
Los tres chicos estuvieron encantados del cambio de agenda, empezaron a beber y bailar. Cuando habían libado la mitad del litro de anís, empezó el perreo con el reggaetón y la chica, ya zafada comenzó a acariciar pollas sobre las telas de los pantalones. El primero que se la sacó fue Ricardo y Mariela sin ya tabú moral alguno empezó a chupársela, los otros dos se desnudaron a la velocidad de la luz y la putica se deshizo de sus vestimentas de igual manera.
– Vénganse machos, háganme gozar, cogedme bien cogida, hoy dejo de ser virgen por todos mis agujeros.
La orgía de iniciación se desarrolló por más de dos horas.
– Denme bien duro coño, que si yo he sabido que esto era tan rico no me aguanto tanto. Expresaba la ex virgen mientras la tenía enculada Aníbal, José se embarraba con la sangre del himen recién desvirgado y Ricardo le eyaculaba en la boca a la gozosa putica.
Así fue la desfloración de Mariela, las chicas la volvieron a aceptar en el grupo y de todas ella fue desde ese día la más guarra, porque con aquella sesión de sexo en grupo brutal, La ex señorita Mariela nunca pudo contentarse con una sola polla. Por lo menos tres vergas necesitaba para satisfacer sus apetitos y si eran cuatro mejor o cinco o seis.
Si despues de leer este excitante relato tienes ganas de ver unas ricas vaginas pues ve AQUI 😛
Qué buen cuento sigan publicando cosas así