La tinta china negra se deslizaba por el papel cede como la seda, creando las imágenes de mis fantasías con cada trazo. Mi mente parecía navegar libremente en un océano de posibilidades creativas, sin barreras ni censura alguna. Me sentía como un artista en pleno flujo.
imaginé a Mei, mi bella novia asiática con las generosas curvas en los lugares correctos y un sexi tatuaje de flores de loto que adornaba su cadera. Sabía que a ella le encantaría disfrazarse de conejita Playboy para complacer mis deseos más locos, aun cuando estábamos separados por miles de kilómetros de distancia.
La vi posando provocativamente contra un fondo floral, sus grandes pechos rebotando sobre la tela rosada del corpiño mientras estiraba una pierna enfundada en medias con ligas negras y zapatos de tacón alto. Sus labios rojos formaron una «O» perfecta, sus manos sensuales cubriendo su entrepierna.
La imaginación no tiene límites y en ese momento me sentí capaz de visualizarlo todo. Las fotos que me envió después seguían fielmente mis instrucciones, alimentando mi deseo y manteniendo viva la llama de nuestro amor, aun cuando los días se convertían en semanas y las semanas en meses separados.
La escritura se había convertido en una especie de magia que me transportaba a lugares salvajes y apasionados. Había roto mis propias barreras y me sentía eufórico de posibilidades. Mi pluma parecía tener voluntad propia y mis dedos no dejaban de teclear, transportándome a territorios inexplorados.