Luna de miel lésbica

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En celebración del Mes LGBT

Desde aquella mañana sabatina las vidas de Teresa, Cristina y Manuel nunca fueron las mismas. El que perdió más fue el engreído de Manuel, creía tener a su mujercita siempre dispuesta para el sexo cuando a él le pareciera. Tenía una mucama diligente y eficiente… tenía.

Teresa se descubrió lesbiana igual que un tiempo atrás lo había hecho su amiga de toda la vida, Cristina. Apenas Manuel salió para la oficina ella echó mano al móvil y marcó el número de su nuevo amor.

–  Ya se fue, ¿En tu casa o aquí? Así, sin preámbulos y sin más prosopopeya inquirió.

–  Salgo para allá en diez minutos. Contestó Cristina el lunes siguiente al día de inicio de la aventura lésbica de las cómplices.

Cristina se armó con Míster Uff. La prótesis fálica de látex de 30 cms.. Se vistió con un vestido blanco que traslucía la ropa interior roja, ligueros vintage rojinegros, medias de malla negra y unos tacones altísimos completaban el vestuario de la bollera. Al llegar a casa de su amiga le estampó un beso que dejó manchadas de rouge las comisuras de los carnosos labios de Teresa.

– ¡Qué linda te has puesto mi reina! Halagó a la visitante

– Solo para ti mi cosita rica. Hoy vas a echar el polvo de tu vida.

– ¿Otra vez? Jajaja, rieron a carcajadas las inseparables amigas.

Aquel segundo encuentro se podía catalogar como la luna de miel lésbica, siguiendo las analogías el sábado anterior sería la noche de bodas. Cristina entró, esta vez la que fue al refrigerador a sacar una botella de burbujeante sidra española y el respectivo par de copas de tulipán fue Teresa diciendo:

– Ay mi amor, ya no me importa empezar a beber desde temprano, tenemos que aprovechar el tiempo porque el “señor de la casa” viene a almorzar, hay que calentar motores y despegar de una, jajaja volvieron a reír. La atmósfera de alegría y desparpajo era inmensa. Las dos bellezas quienes estaban ya pasadas de los 25 años, pero sin tocar la treintena. Eran mujeres altas y elegantes, pero sus fisionomías eran muy diferentes. Teresa era una morena, con las curvas típicas de la raza negroide, culo espectacular, grandes tetas, su tez era trigueña, su cabellera era de color cobrizo, claro teñida, ojos pardos muy atrayentes, labios carnosos en una boca más bien pequeña y bien delineada. Estaba en bata de casa, bata de seda china estampada con un gran dragón que exhalaba llamas por la boca, el contraste con la elegancia que vestía su pareja era absolutamente exquisita. Cristina era una belleza platinada, cuerpo elegantísimo, pero más de tipo top módel, delgada de tetas muy bonitas, redonditas de pezón chiquitico como de una niña. Piernas largas delgadas y fibrosas, beldad europea típica. Ojos azules, grandes, bellísimos. 

La nueva integrante del gremio de las tortilleras tomó la iniciativa, regresó de la cocina con la botella en una mano y las copas en la otra, descorchó el caldo, sorbió sensualmente la espuma del pico del envase y se relamió los labios con la lengua pícaramente y tomó la palabra:

– Ese vestido te queda precioso mami, pero quítatelo, te quiero derramar la sidra y lamerla de tu cuerpo, no voy a usar el truco de derramar la copa como lo hiciste tú, no quiero arruinar el blanco de tu atuendo ni hace falta ya recurrir a esas estratagemas. No había terminado la frase cuando ya Cristina sólo vestía su ropa interior, la lencería íntima ya descrita. La morera empezó a gotear el espumante en el blanco vientre de la flaca y a sorberlo con ternura y sensualidad. Se zafó la cinta de la bata y también regó la sidra sobre su cuerpo y así dieron inicio a la sesión de exuberante sexo. Se comieron a besos y lengüetazos, Teresa le quitó la tanga roja a su rubia con los dientes, también desabotonó el sostén y afloraron los níveos pechos. Se dirigieron a la alcoba, esta vez fue Teresa quien se acopló el arnés fálico a su pelvis. Y dijo:

– Mami te quiero reventar el culo, pero yo no tengo lubricante ¿Te conformas con mi babita?

– Sólo si me las echas con tu lengüita y me das una buena chupada al mi trasero.

– Con todo gusto mi reina. Teresa demostró cuán avanzada como aprendiz de sexo tortillero estaba. Era la primera vez en su vida que se mamaba un culo, pero lo hizo como si fuese una magister en la materia. Pasaba del ano a la vagina sin violencia, con suavidad. Mientras excitaba el culito con la lengua, jugaba con sus manos en el coño, Cuando chupaba el rosado clítoris erguido, introducía acompasadamente su dedo medio en el trasero de Cristina y apretaba las firmes nalgas con el resto de su mano. En eso estuvieron más de cinco minutos y la rubia llegó a un exquisito clímax orgástico. Al ver correrse a su espigada pareja el nivel de excitación de la morena estaba llegando a niveles de misticismo. La puso entonces en cuatro patas y le clavó a Míster Uff hasta las negras bolas de látex.

– Hay coño mami, me estás matando, dale, ahhh, qué rico, sigue. Te amo Teresa, mi amor, dale así, más, ay qué rico coño.

Volvió a correrse la rubia. Teresa experimentaba algo que jamás había ni imaginado, se sentía dominante, dueña de la situación, líder decisora. Eso le gustó. Con su marido siempre había sido la presa, ahora se sentía el cazador, con su esposo la sumisa recibiendo verga, la sumisa mamando verga, la sumisa en cuatro patas siendo sodomizada. Ahora era la dominatriz, la que mandaba. Para Cristina no dejaba de ser un poco raro. Lo esperable era que ella como incitadora a la relación homosexual, dominara el escenario y llevara la batuta. Pero aquella rareza le complacía, le subyugaba el hecho de ser la sumisa vulnerada, la niña penetrada con decisión por la compañera que tanto había anhelado y que siempre creyó que iba a rechazarla.

Aquella mañana de inicio de la luna de miel se extendió hasta justo el mediodía, Manuel dejaba la oficina a las 12 en punto y tardaba de media a tres cuartos de hora en llegar a casa, en total habían podido cumplir ambos roles dentro de la sesión de descarga sexual, les dio tiempo para todo. Menos para preparar almuerzo y se decidieron por pedir unas pizzas al delívery mas cercano. 

Al llegar Manuel le extrañó la escena que consiguió. Su esposa con su mejor amiga, ambas con evidentes nuestras de ebriedad, su mucama eficiente y eficaz no le había cocinado sino había pedido pizza a la esquina y con un algo extraño que no se explicaba, pero momentos después empezaría a comprender.

– ¿Y esa sorpresa? Tú aquí tan temprano y con esa pinta de vampiresa. ¿Estás amanecida y viniste a sonsacar a mi mujer para seguir la juerga? Dijo Manuel en tono de reproche.

– ¿Qué te pasa Manuel? Respeta, yo siempre me visto bien y si rumbeo es mi problema. Pero no, no estoy amanecida, me vestí así sólo para venir a visitar a mi amiga.

– Bueno, pero tú sabes que ella no es una mujer libre como tú, ella tiene obligaciones y responsabilidades que atender. Y por lo que veo hoy se puso a beber contigo y no cumplió sus deberes.

Aquella muestra de machismo, unida a la desinhibición producida por la botella de espumante y seis cervezas que se habían libado indignó a Teresa y ella desveló la situación sin ambages.

– Mira mi amor ¿Sabes qué? Se te acabó la mucama gratis y la puta sólo para cuando te provoca porque vienes cachondo de los burdeles donde sólo usas las prostitutas para calentarte y después te vienes a comer este culo. Pero eso se acabó. 

– Mi amor, yo no te estoy reclamando nada, a mi no me importa comer pizza un día. Lo digo por ella que te viene a sonsacar, pero tranquila si te provocó un día una curdita no importa. No ha pasado nada.

– Pues sí ha pasado, y te voy a decir qué es lo que está pasando. Me cansé de ti, me cansé de ser tu cachifa y tu puta.

– Mi amor no hables así, además, esas cosas no se discuten ante otras personas. Contrólate, estás bebida, no importa. Bórralo hablemos de otra cosa, destápate otra ronda y vamos a vacilar.

– Vacilar estás loco, yo me voy Manuel y no es porque estoy bebiendo, me voy de aquí.

– ¿Y para donde te vas a ir? ¿Pal rancho de donde te saqué? Yo te aviso.

– Pues no queridito, se va para mi casa, ella es mi amiga y yo vivo sola.

– ¿Para tu casa? ¿Dónde va a dormir? ¿En el sofá? Dale pues, sé que en tres días estás aquí de nuevo pidiendo perdón cuando se te pase la pea.

– No querido me voy con mi pareja, voy a dormir con ella y vamos a hacer el amor divino a cada rato. Porque nosotras también tenemos un güevo más grande y más divino que el tuyo, míralo. Y sacó de su caja a Míster Uff.

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